Antes de los años de 1960, nadie se interesaba por estudiar la Historia de las Mujeres, pues casi siempre se las consideró como agentes pasivas. Sin embargo con los estudios históricos realizados en el Reino Unido, Estados Unidos y Francia, las Ciencias Sociales dejaron de ver a las mujeres como seres inofensivos y comprendieron que constituyeron una amenaza latente que habría que suprimir partiendo desde el propio reconocimiento de inferioridad de ellas mismas. Aquí unas notas breves sobre la concepción de las mujeres en la historia de Perú.

En la época prehispánica

En el periodo prehispánico, la mitología distinguía dos tipos de divinidades: las masculinas, asociadas a los fenómenos naturales; y las femeninas, connotadas en las necesidades del género humano para subsistir y alimentarse. Estas concepciones señalaron la función de cada sexo en la vida social. Entonces, la mujer participaba activamente en la organización del Estado.

En una sociedad donde los hijos significan más fuerza de trabajo, desde la infancia las mujeres iniciaban su vida laboral, aunque liviana, colaboraban en la manutención del hogar, por ejemplo, recolectando plantas alimenticias, medicinales o para elaborar tintes. Al llegar a la juventud, las mujeres tomaban parte de las labores agrícolas y participaban de la minka.

Las mujeres también significaban un elemento importante en los rituales sagrados, ya sea como sacerdotisas o como ofrendas, a los dioses o al gobernante. En la civilización Moche las mujeres desempeñaban cargos altos en la administración socio-política, como la Dama de Cao.

Por otro lado, las mujeres capullanas (Piura), no solo ejercían el poder sino que podían desechar a su marido para volver a contraer nupcias. En el origen del Estado Inca, Mama Huaco es mencionada fundadora y capitana de su propio ejército, siendo una de los cuatro jefes militares que tomaron posesión del Cusco. Los incas también vieron en las doncellas el nexo para establecer alianzas con otros grupos étnicos y asegurar la fidelidad; por ello, se instituyó el aclla huasi, además de cumplir otras funciones serviles.

Dama de Cao – Huaca Cao Viejo – La Libertad

En la época colonial

Durante el régimen colonial la mujer, estuvo relegado a una categoría inferior y encerrada es su espacio privado. La iglesia, era la principal institución encargada de corregir la vulnerabilidad “pecaminosa” de la mujer, a través de la teología cristiana, que se inspiraba en la imagen de la Virgen María —mujer casta, sumisa y afectiva—, como arquetipo predilecto de toda fémina. Asimismo, la mujer debía estar bajo la tutela de un varón, ya sea padre, sacerdote, esposo o hijo.

Mientras que la mujer de élite estaba confinada a su espacio de recogimiento, al servicio doméstico y obligada a contraer nupcias o a entrar a un convento, la mujer plebeya era más libre e independiente, puesto que, por la necesidad de apoyar a su cónyuge con la manutención, ella participaba en actividades comerciales, haciéndose más sociable —aunque también integraba actos delictivos—, ganándose la reputación de “machonas”, disolutas y abyectas.

Las normas de carácter judicial y religiosas delinearon la idea de femineidad en la imposición de sujeción y dependencia de la mujer respecto al varón, que les hacía negarse a sí mismas de los medios suficientes para actuar de forma independiente y a su libre albedrío. Sin embargo, existen casos excepcionales que demuestran el acceso de mujeres al poder. En la administración colonial se observa el caso de la virreina doña Ana de Borja, condesa de Lemos y esposa del virrey Pedro Antonio de Castro y Andrade (1667-1672), quien gobernó por espacio de cinco meses. También es sobresaliente el poder de las encomenderas y las cacicas. Asimismo, las mujeres desempeñaron un papel preponderante durante las rebeliones anticoloniales, como fueron el caso de Micaela Bastidas y las hermanas Toledo, por citar algunas.

Micaela Bastidas Puyucahua (1744-1781)

En la época republicana

La época republicana, se sustentaba en la ilustración, entendida como idea de modernidad, donde se primaba la razón frente a la fe y la experimentación frente a la especulación. La mujer tuvo un lugar importante en el discurso ilustrado: se le asignó un rol de excelente esposa, madre formadora de ciudadanos y buena administradora del hogar. Por ello, los gobernantes e intelectuales enfatizaron la importancia de educar al “bello sexo”.

Pero la modernidad no significó un avance para las mujeres, puesto que se limitó a fijarlas en su rol tradicional, al servicio de los varones y lejos de la esfera pública. Sin embargo, la instrucción, aunque elemental, de las féminas permite el acceso de las mujeres al discurso, a través de las novelas. Aquí destacan mujeres como Carolina Freire de Jaimes, Juana Manuela Gorriti y Clorinda Matto de Turner, quienes instruyeron, mediante sus publicaciones, a las mujeres a pensar por sí mismas y expresar sus opiniones.

Muchas de estas mujeres se insertaron al discurso político desde la literatura. Asimismo, la vida de las mujeres cambió conforme avanzó la Revolución Industrial, ocupando empleos que le permiten percibir salarios con que obtener su autonomía frente a sus maridos y vieron en la educación la oportunidad para salir de los continuos engaños de las que fueron víctimas.

Clorinda Matto de Turner (1852 – 1909)

Por otro lado, la liberación sexual de la década de 1970, trajo consigo el arquetipo que la sociedad conservadora temía: la mujer que utiliza su imagen corporal como mercancía. Así surgen las vedettes y modelos de exagerados atributos, quienes rompen el espacio privado para pasar a lo público y se convierten rápidamente en objeto del marketing de innumerables productos, que van desde artículos domésticos hasta la música y programas de TV.

En el Perú y otras partes de Latinoamérica, la mujer por más que tenga las mismas cualidades y desempeño laboral que el varón no posee igual reconocimiento económico ni intelectual. En la actualidad los puestos más altos y las funciones más importantes son liderados, en gran mayoría, por los varones, a pesar de sus errores e irregularidades.

Asimismo, nuestro país mantiene el machismo del coloniaje en gran parte de la sociedad, donde a la mujer se le exige más control de su sexualidad que a un hombre, generando como consecuencia que la mujer sea más objeto de críticas moralista que a un hombre. Incluso algunos hombres se creen con el derecho de disponer de la vida de sus compañeras féminas; prueba de ello, es que el Perú es uno de los países latinoamericanos con altas tasas de feminicidio, un problema que debe ser tratado con urgencia por el Estado.

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