La Querella de las Mujeres
La Querella de las mujeres es el nombre con el que se conoce el largo y complejo debate histórico que tuvo lugar en casi toda Europa sobre la interpretación, valoración y regulación de la diferencia sexual, y que ocupó parte de la Edad Media, y toda la Edad Moderna, hasta la Revolución Francesa. Un debate filosófico, teológico, científico, político y literario en el que muchos trataron de demostrar la ‘inferioridad natural’ de las mujeres y la ‘superioridad natural de los hombres’, justificando así – con este supuesto hecho natural – el sentido y el valor femenino y de lo masculino; y, consecuentemente con ello, el lugar que mujeres y hombres ocupaban y debían ocupar en el orden social (la familia, la política, la cultura).
En la Querella se distinguen dos movimientos bien diferenciados: uno social, protagonizado por mujeres, y otro de carácter y contenido académico, gestionado por hombres.
El social —conocido como Frauenfrare (cuestión de mujeres en alemán)— fue un movimiento más o menos inconexo, en el que las féminas lucharon por separarse del orden social establecido, por abrirse espacios de libertad en el mundo de finales del Medioevo. Para ello, estas mujeres renunciaron al matrimonio y a la vida religiosa, que eran los únicos modos vitales permitidos para una mujer, y se afiliaron, a grupos “semiheréticos” o heréticos, que iban surgiendo en la Europa del primer Milenio.
El segundo movimiento, el académico, fue el triunfo en las universidades europeas de la vieja teoría aristotélica sobre lo que son/somos las mujeres y los hombres. Es la teoría de la polaridad entre sexos, que señala la superioridad del macho sobre la hembra.
Esta teoría se impuso en la Universidad de Paris a mediados del siglo XIII, cuando se hizo obligada la lectura de Aristóteles. Esta teoría, que fue copiada por otras universidades, prevaleció sobre otras tesis “más feministas” como la proclamada por Hildegarde de Bingen, que defendía la complementariedad entre sexos, es decir, que hombres y mujeres son/somos diferentes pero iguales en valor.
Christine de Pisan (1364-1430)
Christine de Pisan es considerada la primera mujer escritora profesional de la Historia. Nació en Venecia, Italia, en 1364; a los 25 años se quedó viuda, y para mantener a su familia, empezó a ganarse la vida con sus escritos, algo totalmente inusual para una mujer en su época. Escribió importantes obras, y alcanzó la fama por la calidad de sus libros y su defensa de la igualdad de las mujeres.
Estuvo implicada en la primera polémica literaria francesa, con lo que algunos consideran un rudimentario manifiesto de movimiento feminista. Escribió varias obras en prosa defendiendo a las mujeres frente a las calumnias de Jean de Meung en el Roman de la Rose, entre las cuales están:
- La Epístola al Dios de Amores (L’Épistre au Dieu d’amours) (1399) y su Dicho de la Rosa (Dit de la Rose) (1402), critican la segunda parte del Roman de la Rose escrita por Jean de Meung, que había provocado un considerable revuelo entre la intelectualidad de la época. La Epístola al Dios del amor fue escrita para oponerse a las actitudes cortesanas con respecto al amor.
- En 1405 escribe su autobiografía, La visión de Christine (L’Avision de Christine) (1405), escrita como réplica a sus detractores. Dio continuidad a esta obra con su libro La ciudad de las damas (1405), una colección de historias de heroinas del pasado. Algunos autores consideran a esta obra precursora del feminismo contemporáneo.
- En 1.405, escribió su obra más conocida, La Ciudad de las Damas ((Le Livre de la cité des dames), donde crea una ciudad imaginaria habitada por mujeres ilustres de la Historia. En la Ciudad de las Damas, las mujeres tienen sus propios espacios, toman sus decisiones en base a la Justicia, y muestran que no son inferiores a los hombres, y que pueden participar en la política. En su obra, Christine defendió los derechos de las mujeres a participar al igual que los hombres en todos los ámbitos de la vida.
En 1406 publicó un tercer libro con esta temática, llamado El libro de las tres virtudes (Le Livre des trois vertus). Tampoco dudó en opinar sobre política en la Epístola a la reina Isabel (Epistre à Isabelle de Bavière) de 1405, y sobre la justicia militar en el Libro de los hechos de armas y de caballería (Le Livre des Faits d’armes et de chevalerie) del año 1410.
El debate por la igualdad de género
En el debate académico de la Querella participaron fundamentalmente hombres, unos a favor y otros en contra, hasta que alrededor de 1400 Cristina de Pizán le añadió ciertos contenidos feministas que se mantuvieron vigentes hasta finales del siglo XVIII. La obra de Pizán traspasó las fronteras francesas y llegó a ser muy conocida en la Península Ibérica. Incluso se afirma que la reina Isabel I de Castilla contó con un ejemplar de su obra en su biblioteca real.
En el marco de “La Querella de las mujeres” existieron las beguinas y las beatas. Las primeras fueron las que renunciaron a la vida monacal reglada y al matrimonio y existieron fundamentalmente en Flandes. Las beatas se las llama en el Reino de Castilla, con un nombre u otro, vivían en pequeños grupos informales dedicados a la enseñanza, la enfermería, el comercio, la industria o incluso pidiendo limosna. De sus vidas destaca la movilidad espacial y la espiritualidad. Algunas de ellas en su empeño por no ajustarse a las normas marcadas, reclamaron ser emparedadas o “muradas” y desde un minúsculo ventanuco eran alimentadas por la caridad de las gentes a las que les regalaban sus consejos espirituales. A finales de la Edad Media, la Iglesia Católica comenzó a perseguirlas y se acabó esta forma de rebelión.
No todas, afortunadamente, optaron por el enterramiento voluntario en aras de la espiritualidad o de la transgresión. Hubo las que se dedicaron a la literatura –como Hildegarde de Bingen o la propia Cristina de Pizán- donde volcaron sus inquietudes, sus denuncias y sus teorías sobre la necesidad de que hombres y mujeres fueran iguales y recibieran la misma educación. Así lo escribió Pizán:
«Si fuera costumbre mandar a las niñas a la escuelas e hiciéranles luego aprender las ciencias, cual se hace con los niños, ellas aprenderían a la perfección y entenderían las sutilezas de todas las artes y ciencias por igual que ellos pues aunque en tanto que mujeres tienen un cuerpo más delicado que los hombres, más débil y menos hábil para hacer algunas cosas, tanto más agudo y libre tienen el entendimiento cuando lo aplican […]
Ha llegado el momento de que las severas leyes de los hombres dejen de impedirles a las mujeres el estudio de las ciencias y otras disciplinas. Me parece que aquellas de nosotras que puedan valerse de esta libertad, codiciada durante tanto tiempo, deben estudiar para demostrarles a los hombres lo equivocados que estaban al privarnos de este honor y beneficio. Y si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus pensamientos, que lo haga y que no desprecie el honor sino más bien que lo exhiba, en vez de exhibir ropas finas, collares o anillos. Estas joyas son nuestras porque las usamos, pero el honor de la educación es muchísimo más importante»
Hoy en día, Christine de Pisan, es considerada como precursora del movimiento feminista. Con sus obras y su creciente popularidad, intentó llevar a primera plana el problema de discriminación que sufrían las mujeres en la época medieval, demostrando que la supuesta “inferioridad femenina” se debía a la falta de oportunidades y libertades que la sociedad androcéntrica le negaba. Si las mujeres hubieran escrito libros, el mundo hubiera sido deferente.