Historiadora chilena-norteamericana: "La mejor forma de pensar la historia es desde los márgenes"

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Entrevista de Patricio Tapia (La Tercera) a Florencia Mallon

Florencia Mallon, profesora de la Universidad de Wisconsin-Madison, es una destacada especialista en historia latinoamericana, con importantes trabajos dedicados a Perú, México y Chile, con libros como Campesinado y nación (1995) sobre la participación política y la idea de nacionalismo de los campesinos en ciertas regiones de Perú y México en el siglo XIX. O La sangre del copihue (2005), ejercicio de historia oral sobre la comunidad mapuche de Nicolás Ailío y sus relaciones con el Estado chileno.

Es también autora de una novela, Beyond the Ties of Blood (Más allá de los lazos de sangre) en que una joven chilena sufre tortura (y posterior exilio) además del asesinato de su novio, un dirigente estudiantil, con el Golpe de Estado de 1973. Veinte años después vuelve a Chile para declarar en la Comisión de Verdad. Narrada desde varias perspectivas (como la madre judía del asesinado o una amiga mapuche de ella), la novela no es estrictamente autobiográfica. Mallon nació en Santiago, hija de madre chilena y marchó adolescente a EE.UU.

¿Por qué le interesó América Latina, más allá de los lazos de sangre?

Nunca pensé en estudiar otra cosa. Mis intereses se concentraban en la historia y la literatura. ¿Por qué no ambas? En Harvard tuve de profesor a un crítico literario argentino, Enrique Anderson Imbert, quien me instaba a dedicarme a la crítica literaria antes que a la historia. Leí novelas peruanas, especialmente de José María Arguedas, en una mezcla de lectura y comprensión de su contexto histórico y cultural; le dediqué mi tesis. Pero también tomé un curso con John Womack: cada alumno debía optar por un personaje de la Revolución mexicana. Yo lo hice por un novelista, Mariano Azuela. El resultado de indagar cómo Azuela se convirtió en el novelista de la Revolución, a pesar de que sus novelas eran muy críticas de ella, fue prendarme de la investigación histórica. Me doctoré en historia de América Latina.

¿Y respecto de Chile? 

Yo quería hacer investigación sobre Chile. Cuando viajé, creo que en 1971, me interesaba el tema de la cultura de los pobladores en Santiago. Obviamente, ese no era el momento adecuado para hacer trabajo de campo. No funcionó. Luego vino el Golpe. De manera que trabajé en temas de México y Perú. Pero cuando tuvo lugar la transición a la democracia, hice mi estudio sobre una comunidad mapuche. En el interín, había ido adoptando una sensibilidad que se podría llamar “marginal”. Creo que la mejor y más profunda forma de pensar la historia es haciendo preguntas desde los márgenes de la sociedad.

¿Hay en la historia gente “sin importancia”?

Yo creo que no. Si se piensa en cantidad de poder o de prestigio, claro que hay personas con menos de ambos, que pueden considerarse menos importantes. Pero no desde el punto de vista analítico. Todos los sujetos son analíticamente centrales. Es una lástima tremenda que los historiadores “oficiales” tantas veces dejen de lado a las personas que no tienen poder, a los pobres, o a los que viven en zonas lejanas. Al comprender esas historias “marginales”, la historia general que aparece es distinta. Poco a poco me he ido preocupando por lo que Foucault llama la arqueología y la genealogía. Hay muchos aspectos de Foucault que para mí no son muy útiles. Pero sí lo es la idea de que siempre hay que llegar a desenterrar los “saberes subyugados”, los recursos y saberes humanos sepultados por las relaciones de poder. Sin eso no se puede hacer una genealogía efectiva para dar significado a estos distintos saberes, muchos de ellos contradictorios entre sí.

En su novela hay personajes mapuches e inmigrantes judíos. ¿La población chilena es más compleja de lo que se cree?

Hoy eso se ve más todavía que hace unas décadas. Lo que aprendí trabajando en la Novena Región es que la complejidad cultural de Chile es realmente increíble para alguien que considera sólo la región del Valle Central. Chile es un país culturalmente intrincado, de muchas capas. La historia “oficial” nunca lo ha reconocido, pero es algo que no se puede dejar de hacer.

Fuente: latercera.com

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