Por: Juan Carlos Chávez Marquina
El siglo que sucedió a la fundación de Trujillo (1534), fue el más crítico e importante para la ciudad. Desde las epidemias a las inundaciones y terremotos que disminuyeron el índice demográfico de la población, Trujillo mantuvo su poder como capital de la diócesis y como una de las principales economías del virreinato. A pesar de sufrir los primeros estragos de la conquista española, para inicios del siglo XVII el corregimiento de Trujillo fue el primero en experimentar la estabilización de su población. A su vez, se convirtió en el principal foco de inmigración.
El terremoto que dejó en escombros la ciudad
Fecha: 14 de febrero de 1619 – Intensidad: 7.5 – 8 Mw
Orden | Hora local | Duración (minutos) | Ciudad | Región |
1 | 10:30 a.m. | 01:00 | Trujillo | La Libertad |
2 | – | – | Piura | Piura |
3 | – | – | Saña | Lambayeque |
4 | – | – | Santa | Áncash |
5 | – | – | Cajamarca | Cajamarca |
6 | 10:45 a.m. | – | Lima | Lima |
Fuente: Lizardo Seiner (2009)
En la descripción que da el fraile agustino Antonio de la Calancha, quien fue testigo ocular del suceso, ofrece gran detalle sobre aquel nefasto día: El jueves 14 de febrero, día de San Valentín, del año de 1619, entre las 10 y 11 de la mañana, ocurrió un catastrófico terremoto que sacudió el norte de Perú, cuyo epicentro fue Trujillo y que alcanzó su impacto a Piura, Cajamarca, Saña, Santa y Lima.[1] El movimiento sísmico que duró aproximadamente un minuto dejó en escombros toda la ciudad de Trujillo. Según el cronista:
[…] uvo tan criminoso temblor i tan general terremoto, que corrió en un quarto de ora más de quinientas leguas de norte a sur, i más de sesenta de este a oeste; demoliendo no sólo edificios desde sus cimientos en los llanos, i en las sierras; pero abrió montes, despedazó cerros, rompió en varias partes profundas cavas, escupiendo los ríos que soterráneos corrían al mar, lagunas de aguas por las bocas grandes que azían las roturas. Víanse patentes i claros los ríos que siempre caminavan ocultos, i bueltos en tinta negros, los que corrían descubiertos por la superficie, como el de Santa, el de la Barranca i otros; causávase la negregura de lo que abortava el viento de barriales, cenicientos que vomitava la tierra, i entrávase parte de agua por las quiebras, achicándose los ríos que regavan los valles en que se vido subir el agua oculta, i balar las aguas patentes.
En el mar se vieron espantos, peligraron navíos en tormentas, i como si la tierra tuviera sosiego, saltavan los peces a las playas, lastimosos desastres.[2]
De acuerdo con los índices de mortandad, Calancha indica que en el primer impacto murieron en la ciudad de Trujillo 350 personas de “todos los estados y edades”, pero al poco tiempo, producto de las heridas y las réplicas murieron más.[3] Por lo general se estima que murieron alrededor de 400 personas. Las réplicas se sintieron durante 15 días continuos, según el fraile a cada hora. Se redujeron los vecinos de la ciudad a vivir en los campos, y como la tierra no perdió su fertilidad, se empezaron a cultivar cereales para aliviar las penurias.[4] Pero para su desgracia, una plaga de ratones se arremetió contra producción. Tal fue la voracidad de estos roedores que «quien antes avía visto las azas de trigo, maizales i legumbres ermosas, fecundas i grandes, dentro de tres oras no divisava ni las raízes».[5] Otra plaga fue la de miles de grillos que llenaban las casas y comían la ropa.[6]
La situación fue tan caótica que el virrey Príncipe de Esquilache pido al rey Felipe III la exoneración de algunos impuestos a los lugares damnificados:
[…] Que por tiempo de 10 años no se cobre alcabala en Truxillo […] a la villa de Santa […] se le concedió que por tiempo de ocho años sus vecinos no pagen alcabala […] y para la reedificación de la villa de Saña se le diesen 250 indios.[7]
El temblor como mensaje divino
La visión providenciaste de los hechos asociaba como mensajes divinos a algunos eventos anormales y que muchas veces eran vinculados a tragedias futuras. Los cometas fueron concebidos como malas señales enviadas por Dios para advertir una desgracia inminente, invocando a los hombres que se arrepintieran de sus pecados. La idea de que los temblores era un castigo divino estaba muy arraigada en la mentalidad virreinal. Para muchos españoles los terremotos fueron hitos en la periodización de la historia, donde los sismos fueron hitos de cambio de era, finalizaciones y comienzos.[8]
Antonio de la Calancha nos cuenta que el terremoto que sacudió a Trujillo en 1619 estuvo anunciado por un cometa que apareció por el mes de diciembre del año anterior y duró hasta el día del siniestro:
[…] el pie [del cometa] mirava al oriente, i la palma azia el occidente, víase claro al principio de la noche, i a las cinco de la mañana, a esta ora era su aspecto como una gran lanca, i víase azia ocidente, i el de prima noche era mitad menor, i como dige salía del oriente; muchos pensaron que eran dos metas, i la verdad era uno solo, viose en todo el Perú, i duró asta Febrero que sucedió el fracasado desta Ciudad de Trujillo.[9]
Según la mentalidad del fraile el terremoto fue enviado por Dios y tenía por misión terminar con las injusticias y castigar a los inicuos que infestaban el corregimiento de Trujillo. En su Crónica moralizada, Calancha expone varios casos de castigos por delitos cometidos, que van desde ladrones hasta corruptos funcionarios públicos, quienes fueron aplastados por los escombros.
Pero para el fraile, el terremoto no sólo trajo muertes sino que salvó la vida algunos y sirvió para reformación de la conducta, como el caso de una mujer que iba a ser asesinada por su esposo, quien al verla milagrosamente salir ilesa del derrumbe, reconoce su error y rescata a su amada para ganarse su perdón: «Vivieron después estos dos unidos en amor conformes en la paz, i atentos a su salvación, que aviendo temor de Dios entre los casados, ni arde la desconveniencia ni tiene entrada la riña; los zelos se apagan, i el amor se enciende».[10]
Por haber acaecido el feroz terremoto en la festividad de San Valentín, el 12 de febrero de 1627 el corregidor y alcaldes de Trujillo acordaron jurar por su patrón y abogado de la ciudad a este santo mártir, venerándolo con novenarios, misa y procesión.
El temblor como nuevo ordenamiento territorial
Los sismos en el Perú han sido uno de los más serios causantes de los cambios de organización territorial y de evolución arquitectónica. No fueron pocas las ocasiones en las cuales, luego de ocurrida la actividad sísmica y comprendido el extendido panorama de destrucción material, las autoridades programaban la reubicación inmediata de la ciudad.[11]
Enterado el virrey Esquilache de la destrucción de la ciudad, estipuló con la Real Hacienda socorrer a Trujillo, proporcionándole una ayuda de 10.000 pesos, de los cuales 6.000 estaban en calidad de préstamo.[12] Asimismo, el virrey ordenó la reubicación de la ciudad a otro sitio no muy distante:
[…] en consideración a la comodidad del edificio antiguo de dicha ciudad de Trujillo por ser arena y falta de agua acordé de dar y di la presente por la qual mando se passe y traslade dicha ciudad a otros sitio superior en parte y lugar fixo que no sea de arena y tenga agua suficiente.[13]
El obispo Fray Francisco Díaz de Cabrera, dispuso el traslado del cabildo catedralicio al pueblo de Lambayeque para restablecerlo como sede definitivamente, pero su defunción frustró este hecho.[14] Entonces el cabido eligió la zona de Miraflores a las afueras de la ciudad de Trujillo para erigir la nueva urbe. Pero la Madre Mariana María, abadesa del Monasterio de Santa Clara, junto a los frailes de los conventos se opusieron al cumplimiento del virrey de abandonar sus arruinados cenobios.[15] Así que no quedó más remedio de levantar la ciudad de entre sus escombros.[16] En 1626 el cabildo dio una ordenanza que permitía a los vecinos usar el agua de las acequias para reconstruir sus casas.
Hasta el 14 de febrero de 1619, la arquitectura fundacional de Trujillo tuvo un estilo gótico-isabelino. Para Manuel Ganoza, la arquitectura de civil tuvo que ser de carácter defensivo, con muros altos y almenados, en forma de torres, donde un plano del conquistador Diego de Mora así lo confirma.[17] Según refiere Juan Castañeda, las residencias de los primeros vecinos se construyeron de piedra, con muros altos y almenados; las ventanas exteriores eran pequeñas y la fachada poseía una gran portada con escudo nobiliario en la parte posterior, siguiendo la costumbre de España. La extensión de los solares permitió una arquitectura con varios ambientes, incluyendo patios, huertos, jardines y caballerizas en la parte posterior. Las habitaciones rodeaban al patio y se conectaban alrededor de un corredor techado.[18] Los muros y cimientos de adobe fueron primitivamente de gran espesor, de hasta 1.50 m y encalados. Asimismo, los muros eran decorados con pintura mural al temple en negros y gris de figuras geométricas.[19]
El terremoto de 1619, el más devastador registrado en la época colonial de Trujillo, arrasó con toda la arquitectura del siglo XVI, del cual apenas quedó en pie la torre de la iglesia de San Agustín.[20] La reconstrucción de la ciudad se edificó siguiendo nuevo estilo manierista. Las iglesias que se erigieron presentaban, esta vez, tres naves, con excepción del convento de Santa Clara y San Agustín, que prosiguieron con su única nave.[21] La Catedral de Trujillo tardó 47 años en ser reedificada. La nueva construcción fue diseñada por Diego de Morotte en Lima, pero fueron modificadas por el arquitecto Francisco de Soto e inició la construcción del actual templo en 1647. Al morir este último, la obra paso a ser continuada por el arquitecto agustino Fray Sebastián de la Peña y finalmente concluida por Francisco Balboa en 1666.[22]
La posterior arquitectura barroca de Trujillo no pudo crear una escuela genuina, con excepción de Santiago de Huamán, solamente se limitó a realizar una síntesis de las escuelas que existían en el norte.[23]
El temblor en la explicación científica de la época
No todos los españoles creían que los movimientos sísmicos eran producto del castigo divino. Los científicos de la época, basado en las explicaciones clásicas greco-romanas para explicar la existencia de los terremotos, señalaban una semejanza entre organismo vivo y el “organismo terrestre”. El “organismo” fue una teoría que tenía rices del platonismo, que luego fue difundido en el mundo cristiano por San Agustín. Las órdenes religiosas, especialmente agustinos, franciscanos y jesuitas cumplieron un papel preponderante en la difusión de las ideas neoplatónicas. El jesuita Athanasius Kircher publicó en 1665 Mundus subterráneus, donde refleja nítidamente la concepción organicista en que se concibe el fuego como elemento fundamental en la discusión sobre la estructura interna d la tierra. En Perú la obra de Kircher fue conocida por el Cosmógrafo Mayor don Juan Ramón Coninck a finales del siglo XVII.[24]
Según Horacio Capel, Europa, además de la teoría del organismo platónico, incorporó, paralelamente, la idea aristotélica-senequista que planteaba que la Tierra era naturalmente seca, pero se humectaba por acción de la lluvia que se filtraba en su interior, que al ser calentada por la acción conjunta del fuego endógeno y del Sol, daba origen a un soplo o pneuna y al emerger al exterior originaba un viento, pero si se queda en el interior provocaba un terremoto.[25]
Como el origen del terremoto era el soplo que provenía del centro de la tierra que se quedaba atrapado en su interior, si se lograba facilitar la expulsión del soplo, disminuiría el temblor. Esta convicción se observó en Lima cuando ocurrió el terremoto de 1619 y el cabildo pidió a los vecinos la apertura de hoyos en sus casas:
[…] En el cabildo el dicho don niculas de rribera propuso u dixo como ya hera notoria a este dicho la rruyna que abia tenido la ciudad de Truxillo y villa de Santa de un terremoto y temblor grande que abia abido a los catorce días deste presente mes que también se sintió en la ciudad que por la misericordia de Dios no hizo daño en ella y que para asegurársela de semejentes rriesgos le parece ser muy buen rremedio hacerse muchos poços por donde pueda aber rrespiraçion el viento de que an procedido y proceden los dichos temblores y que ansi lo propone y pide se horden y manden que se hagan poços en todas casas de esta ciudad […][26]
El desastre no es natural
El respeto y culto a la naturaleza hicieron que el hombre prehispánico adapte su forma de vida y organización a los constantes cambios climáticos y fenómenos naturales. Patrones básicos de supervivencia como el control de múltiples pisos ecológicos, asentamientos humanos dispersos, materiales y técnicas de construcción adecuadas al ambiente, la ideología, entre otros, hicieron que las consecuencias de los fenómenos naturales no sean tan desastrosas, con algunas excepciones. Pero con la introducción de los patrones de asentamiento europeos, los fenómenos naturales conllevaron a grandes desastres. La negligencia de las personas a exponerse a la vulnerabilidad (viviendas precarias y mal ubicadas, contaminación, mala distribución de la riqueza y recursos, densidad demográfica y saturación, etc.) ha llevado a la conclusión de que la naturaleza no es la causa principal de las catástrofes humanas, sino que es el mismo hombre quien genera su propio desastre al no respetar el ciclo de reacomodo terrestre y atmosférico. De esta manera los “desastres naturales” no existen, puesto que cobran una predominante categoría socio-cultural.
La Historia demuestra que al ocurrir fenómenos naturales, ya sean aluviones, terremotos, maremotos, huracanes, etc., sus intensidades no determinan en proporción directa los desastres y pérdida de vidas humanas que se producen, sino que varía en la capacidad de respuesta de cada comunidad, país y gobierno.
Citas:
[1] Seiner Lizárraga, Lizardo. Historia de los sismos en el Perú. Catálogo: Siglos XV-XVII. Lima: Universidad de Lima, 2009, p. 247.
[2] Calancha, Antonio de la. Crónica moralizada. Tomo 3. Lima: Ignacio Prado Pastor, 1976, pp. 1099-1100.
[3] Ídem, p. 1101.
[4] Feijoó de Sosa, Miguel. Relación descriptiva de ciudad y provincia de Trujillo del Perú. Madrid: Consejo de Indias, 1763, p. 139.
[5] Calancha, Antonio de la. Crónica moralizada, p. 1103.
[6] Ibíd.
[7] Carta del Virrey Esquilache al Su Magestad. Lima, marzo de 1619. En Silgado Ferro, Enrique. Terremotos destructivos en América del Sur, 1530-1894. Lima: Ceresis / Proyecto Sisra, 1985, pp. 44-48.
[8] Glave, Luis Miguel. De rosas y espinas. Economía, sociedad y mentalidades andinas, siglo XVII. Lima: IEP/BCRP, 1998, p. 348.
[9] Calancha, Antonio de la. Crónica moralizada, p. 1099.
[10] Ídem. pp. 1103-1106.
[11] Lizárraga Seiner, Lizardo. óp. cit. p. 31.
[12] Castañeda, Juan. “Notas para una Historia de la Ciudad de Trujillo del Perú en el siglo XVII”. En Tomoeda, Hiroyasu y Millones, Luis (eds.). La tradición andina en tiempos modernos. Osaka: 1996, p. 162.
[13] Larco Herrera, Alberto. Anales de la Ciudad de Trujillo; extractos tomados de las actas de los años 1612-1626. Lima: Sanmarti y Cía., 1917, p. 37.
[14] Zevallos Quiñones, Jorge. “Semblanza Histórica de Trujillo durante el virreinato”. En Rivera Martínez, Edgardo (ed.). Antología de Trujillo. Lima: Manuel j. de la Fuente, 1998, p. 45.
[15] Larco Herrera, Alberto. Anales de la Ciudad…, p. 40.
[16] Zevallos Quiñones, Jorge. “Semblanza Histórica…”, p. 45.
[17] Ganoza Plaza, Manuel. “Evolución arquitectónica de Trujillo a través de todos los siglos”. En Rivera Martínez, Edgardo (ed.). Antología de Trujillo. Lima: Manuel J. de la Fuente, 1998, p. 171.
[18] Castañeda, Juan. “Notas para una Historia…”, p. 161.
[19] Ganoza Plaza, Manuel. óp. cit. p. 173.
[20] Zevallos Quiñones, Jorge. “Semblanza Histórica…”, p. 45.
[21] Castañeda, Juan. “Notas para una Historia…”, pp. 162-163.
[22] Morales Gamarra, Ricardo. “La catedral de Trujillo: Notas para el análisis de su historia”. Revista Tempus. Trujillo, año 1, n° 1, 2012, p. 24.
[23] Harold, Wethey. “La arquitectura colonial en Trujillo”. En Rivera Martínez, Edgardo (ed.). Antología de Trujillo. Lima: Manuel J. de la Fuente, 1998, p. 200.
[24] Seiner Lizárraga, Lizardo. Historia de los sismos…, p. 34.
[25] Ídem. p. 35
[26] Ídem. p. 248.
Chávez Marquina, Juan Carlos (2020). "El terremoto de San Valentín en Trujillo (1619)" en BICENTENARIO DE TRUJILLO PERÚ, 14 febrero 2020, disponible en: https://trujillobicentenario.org/519/terremoto-de-san-valentin-trujillo-1619.