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A las 11 de la mañana del domingo 20 de mayo de 1821, entraron los realistas a la plaza pública de Cajabamba proclamando:
«¡Que Patria, ni qué mierda! ¡Viva el Rey, y muera el pirata Ladrón de San Martin! ¡Chileno, viva el Rey viva el Rey!». En la reacción realista de Otuzco se popularizó: «¡Viva el Rey y su corona. Muera la Patria ladrona!». Mientras que un condenado a la pena de muerte le decía a su mujer: «¡No seas cobarde! Con tus lágrimas me vienes á amilanar, cuando debias tener á honra y orgullo que tu marido muera en defensa de su religión, y del Rey».
Estas expresiones de rechazo a la causa patriota y en defensa del rey fueron registradas en las insurrecciones realistas de Otuzco y Cajabamba en mayo de 1821. Parte de la elite dirigente de ambos pueblos, preparó y ejecutó levantamientos con el apoyo del común de la población ―mixtos e indios― para enfrentarse al ejército patriota. Loa levantamientos se situaron cronológicamente después de que Torre Tagle previene a San Martín de las consecuencias que puede acarrear la petición excesiva de donativos. No obstante, en los levantamientos señalados había una motivación de insurrección anterior a la prevención de Torre Tagle; desde el preciso momento en que San Martín pisa territorio peruano, los otuzcanos, por ejemplo, planificaban sublevarse.
Las insurrecciones realistas fueron dirigidas por el coronel del Batallón Numancia, Carlos Tolrá, quien había fugado de Trujillo hacia la sierra manteniendo comunicación con los principales vecinos. Además de Tolrá, los líderes locales de estos movimientos fueron motivados por la ayuda “prometida” del coronel realista Mariano Ricafort. En el informe que presentó el coronel Pablo Diéguez de Florencia ―gobernador de Huamachuco― señaló que los líderes de Cajabamba “… habían resivido correspondencia de Ricafort, transcripta de Otusco en que les pintava la ventajosa cituacn de las armas del Rey y les prometia estar en su socorro muy breve”. Este ofrecimiento conecta a las insurrecciones de la sierra y selva de Trujillo con los planes subversivos realistas de la sierra central y sur del Perú. El impacto de estos levantamientos se sustenta en que pusieron en jaque la consolidación de la independencia de Trujillo, y el avance del ejército patriota hacia Lima. Por estas razones,San Martin, desplegó todos sus esfuerzos para desarticularlos.
La intendencia de Trujillo era una de más extensas y pobladas del virreinato peruano. Esta comprendía los partidos de Piura, Saña o Lambayeque, Huambos o Chota, Luya o Chillaos, Chachapoyas, Cajamarca, Huamachuco, Cajamarquilla o Pataz y Trujillo. Con una población de 230.967; cifra superior al resto de intendencias. El 12 de febrero de 1821, San Martín, desde su cuartel en Huara, emite el reglamento provisional que configura una nueva demarcación territorial, basada en el antiguo sistema de repartición de las intendencias. Asimismo, sustituyó la categoría de “Intendencia” por “Departamento” e “Intendente” por “Presidente de departamento”. En este sentido, para mayo de 1821 —fecha en que se realizaron los levantamientos realistas— la intendencia pasó a denominarse departamento de Trujillo, presidida por José Bernardo de Tagle y Portocarrero, marqués de Torre Tagle. La ciudad de Trujillo fue sede de las principales autoridades políticas, administrativas y eclesiásticas de la región; tuvo una locación estratégica entre Quito y Lima. La sostenibilidad económica era producto de las actividades agrícolas, ganadera, obrajera y minera; así como, por el comercio.
La mañana del 29 de diciembre de 1820, Trujillo, capital de la intendencia proclamó su independencia “desde dentro”, es decir, a través dela iniciativa de Torre Tagle apoyada por el cabildo, en pos de su autonomía y, sin la presencia física en el momento de la proclamación del ejército patriota comandado por San Martín. El ejército patriota conformado por negros llegó horas después de la proclama “entraron a las cinco y media muchos negros feroces en marcha con sus oficiales, quienes tuvieron su festejo a donde el intendente”. La importancia de la región norte durante el proceso de independencia nacional se sostiene en el apoyo ideológico, económico y militar a la causa libertadora. Esta región se había erigido como una “zona bisagra hacia otros espacios igualmente imprescindibles en ese contexto, como eran las ciudades ecuatorianas; también es verdad que se trataba de una región que podía contar con recursos gracias a la secular actividad mercantil”. Por estos motivos, sin el apoyo de la ex intendencia de Trujillo, le hubiera sido imposible a San Martín y a sus tropas subsistir hasta el punto de que la campaña libertadora fracasara; según se lo comunicaría años más tarde a Juan Manuel Iturregui “Si no se levanta Torre Tagle en Trujillo y con él todo el Norte del Perú, me hubiera tenido que regresar a Chile con un ejército diezmado por la adversidad y por las enfermedades”.
Sin embargo, la voluntad de adhesión y el financiamiento a la causa patriota no fue generalizada para toda la intendencia, hubo espacios con “roles diferenciados” y, “rápidamente se pasaría a las diferencias y las escisiones en el conjunto”. Esto puede verificarse que en el partido de Huamachuco: Otuzco, Usquil y Cajabamba; y en los partidos de Pataz y Chachapoyas, la elite dominante se mostrara reacia a la causa patriota produciéndose levantamientos realistas. En el presente trabajo nos ocupamos, específicamente, de la insurrección realista de Cajabamba que estalló en dos momentos. El primero con el ingreso de la tropa realista a la plaza pública registrado el 20 de mayo de 1821; y, el segundo, apareció con la falsa noticia de la victoria realista en Otuzco y con la celebración del cumpleaños de Fernando VII, el 30 de mayo.
La insurrección de Cajabamba formó parte de un plan organizado de ataque realista que incorporó la sierra y selva de la intendencia de Trujillo. Por su ubicación geográfica, Cajabamba, funcionó como cuartel realista; convirtiéndose en el punto intermedio de auxilio entre Otuzco y Chachapoyas (Higos Urco). A las 11 de la mañana del domingo 20 de mayo de 1821, entraron al pueblo de Cajabamba, con tropa armada y la bandera real, un número de aproximadamente 300 hombres uniformados y llevando consigo una insignia del Regimiento del Calvario, liderados por el tambor del Regimiento de Cajamarca Juan de Mata. La plana mayor de la tropa realista estaba conformada por el comandante Miguel Escalante; el sargento mayor Lorenzo Gonzales de la Carrera, español dueño de la hacienda de Chorobamba; el ayudante mayor de ordenes Juan Antonio Escusa, miembro de la Universidad de Alcalá en España; los capitanes Mariano Joaquín de Urtecho; José Morales y Pedro Josef de Eguía; y, el cabo sargento Julián Sustacha; rangos militares adjudicados por ellos mismos. Se les agregó a ellos, Francisco Pasos, religioso español quien también participó en el motín de Pataz; Juan Manuel Arbaiza; Antonio María Cárdenas, dueño de las haciendas de Otuto y Gualanga en Cajabamba y José Joaquín Urdapilleta.
Bajo la modalidad de la ritualidad y dramaturgia real, se condujeron a la iglesia y en la puerta de ella, fueron recibidos por el presbítero Nicolas Vereau, con palio y agua bendita. Y, en simbolización de la presencia material del monarca, colocaron el retrato del rey a un costado del altar mayor y celebraron una misa en acción de gracias y cantaron el Te Deum, con el objetivo de garantizar a través de estos actos y símbolos cívico-religiosos, la lealtad y fidelidad a favor del monarca.
Poco tiempo después, llevaron el retrato de Fernando VII a la plaza de armas y acuartelaron la tropa en la escuela pública de primeras letras, y en la casa del presbítero Manuel José Carbajal establecieron la comandancia,para luego pasar a liberar a los presos de la cárcel. Las mujeres de los cabecillas militares también tuvieron participación directa en la insurrección, lanzando injurias a las afueras de las casas de los patriotas “Que a cada instante fomentauan las enunciadas, con repeticion sus provocaciones, conduciéndose con arrogancia a la casa de los Yparraguirre”. Una de las mujeres más destacadas fue María Escolástica de Urtecho, esposa de Juan Antonio Escusa y hermana de Mariano Joaquín de Urtecho.
En la madrugada del día lunes, celebraron con el tronido de las escopetas, el repique de las campanas y aclamaciones continuas, la llegada de un otuzcano realista, quien traía órdenes de captura sobre el gobernador. Ante esta situación, el gobernador de Huamachuco, Pablo Diéguez, quien tenía residencia en Cajabamba, poco o nada pudo hacer en ese momento porque según refirió “Sorprehendido Yo con tanta fuersa, en circunstancias de estar solo y sin el menor auxilio…”. En este sentido,el gobernador expidió solicitud de ayuda a los pueblos y estancias limítrofes. En respuesta al llamado, llegaron el martes 22 de Huamachuco, el párroco Pedro José de Soto y Velarde y José Faustino Sánchez Carrión con la misión de convencer al comandante realista Miguel Escalante que desistiera de sus planes como en efecto así sucedió. Escalante accedió aparentemente a renunciar a la insurrección.
No obstante, los patriotas de Huamachuco prevenidos de otra insurrección, ordenaron situar centinelas en los caminos y realizar rondas diarias en los alrededores de las calles. Después de ocho días de aparente calma, el gobernador de Huamachuco viajó a Trujillo. Y, en ese mismo día, llega de Otuzco, el capitán Mariano Joaquín de Urtecho, con el rumor de la inevitable victoria del ejército realista en Otuzco. Esto produjo que los ánimos de los realistas de Cajabamba se avivaran. El día 30 de mayo se mandaron bendecir y jurar las banderas celebrando el cumpleaños del rey Fernando VII.
Enterados los cabecillas de Cajabamba de la victoria del ejército patriota en Otuzco se fugaron a diversas partes. En los casos de Juan Antonio Escusa, Francisco Pasos y Julián Sustacha huyeron por la montaña del partido de Pataz hacia Maynas, en unión del coronel Carlos Tolrá. El religioso Francisco Pasos participó en la batalla de Higos Urco, en las inmediaciones de Chachapoyas. Recordemos que esta batalla tuvo lugar el 6 de junio de 1821, donde después de un cruento enfrentamiento se obtuvo la victoria patriota; quedando finalmente el bloque norte asegurado.
El proceso judicial que se les abrió a los cabecillas de Cajabamba fue a petición de los patriotas del referido pueblo, solicitando al presidente de departamento de Trujillo, la “expatriación de los que fueron cabeza del tumulto de ese Pueblo he proveido el auto siguiente”. Después de capturar a los líderes realistas, fueron remitidos por el gobernador Diéguez a la Cárcel Pública de Trujillo, ubicada en los bajos del Cabildo, donde quedaron detenidos hasta la culminación del proceso judicial. Finalmente, el 8 de julio de 1822, dictan sentencia a Juan Antonio Escusa y Mariano Joaquín de Urtecho a cinco años de destierro, cuarenta leguas distante de Cajabamba.
*La versión original del presente artículo puede consultarse en: DIEGUEZ DEZA, Victoria. “«Viva el Rey y muera el pirata ladrón». Insurrección realista en la sierra de Trujillo y la celebración del cumpleaños de Fernando VII”. Síntesis Social. Revista de Investigaciones Histórico Sociales, Año VI, N° 6-7, mayo 2015, pp. 401-409.
, (2015). "«¡Qué Patria, ni qué m…!». Insurrección realista en la sierra de Trujillo (Cajabamba, 1821)" en BICENTENARIO DE TRUJILLO PERÚ, 28 junio 2015, disponible en: https://trujillobicentenario.org/1492/insurreccion-realista-en-cajabamba-1821.